lunes, 6 de junio de 2011

AMENAZA Y FASCINACIÓN EN LA NARRATIVA WAYUU

Ponencia presentada en The 13th annual Graduate Student Conference in Comparative Literature and Hispanic Studies de la Universidad de Western Ontario. London, Canadá. Marzo 17-19 de 2011.

Resumen

Los dolores de una raza (1957) de Antonio López, Mitos y leyendas y cuentos Guajiros (1972) de Ramón Paz Ipuana, y Relatos Guajiros (1975) de Miguel Ángel Jusayú son precursores de la literatura indígena en la guajira colombiana y venezolana, e inauguran un imaginario narrativo que va y vuelve de la magia del desierto al intercambio con el alijuna (persona no wayuu). Tres décadas después, dos jóvenes escritoras insisten en la fascinación y el rechazo con el que se relacionan wayuu y alijuna: Vicenta María Siosi Pino con El dulce corazón de los piel cobriza (2002), y Estercilia Simanca Pushaina con Manifiesta no saber firmar (2005). Amenaza y fascinación en la narrativa wayuu quiere explicar por qué este corpus literario construye un escenario ambivalente, en el que sus personajes se debaten entre sentimientos contradictorios. La ponencia propone que la naturaleza del territorio wayuu (la frontera) es una de las razones fundamentales.
Palabras claves: literatura wayuu, frontera, alijuna, Vicenta María Siosi Pino, Estercilia Simanca Pushaina, Gloria Anzaldúa, borderlands.

Abstract
Los dolores de una raza (1957) by Antonio López, Mitos, leyendas y cuentos Guajiros (1972) by Ramón Paz Ipuana, and Relatos Guajiros (1975) by Miguel Ángel Jusayú are the forerunners of Colombian and Venezuelan Guajira’s Literature. They created a fictional horizon involving the magic of the desert and the exchange with the alijuna (foreigner). Three decades later, Vicenta María Siosi Pino with El dulce corazón de los piel cobriza (2002), and Estercilia Simanca Pushaina with Manifiesta no saber firmar (2005) continue exploring the rejection and fascination between Wayuu and alijuna. Threat and attraction in the Wayuu fiction sets out to investigate why this literature builds an ambivalent scene, in which its characters act contradictorily. The proposal suggests that the characteristics of wayuu territory (the border) are decisive in the nature of these subjects.
Key words: wayuu literature, borderlands, alijuna, Vicenta María Siosi Pino, Estercilia Simanca Pushaina, Gloria Anzaldúa, borderlands.

1. Woumain: nuestra tierra

Al noroccidente de Venezuela y norte de Colombia hay un desierto enorme junto al mar caribe: Woumain, nuestra tierra/nuestra madre, lo llaman los wayuu o guajiros. Agua, sal, perlas, carbón, petróleo, contrabando, navegantes, piratas, megaproyectos, paramilitares, han escrito en la arena de Woumain.

Como el viento, Woumain vive en tránsito entre la costa y la sabana, entre Venezuela y Colombia, entre el wayuu y el alijuna (extranjero), entre el Caribe y la Sierra, entre el wayuunaiki y el castellano (alijunaiki), entre los sueños (lapü) y la vigilia, entre las otsü (médicas tradicionales), los sacerdotes capuchinos y la mezquita de Maicao, entre una cultura matrilineal y otra machista, entre los kanas (los diseños de la mochila)…, los eilukü (los clanes) y la escritura alfabética.

Territorio estratégico para el intercambio, Woumain es un lugar de contrastes y paradojas cuyas historias orales y escritas, y cuyos cantos (jayechis, vallenatos o poemas) se han encargado de reflejar. En Woumain, las regalías de la mina de El Cerrejón (la más grande del mundo a cielo abierto) son cifras exorbitantes que se diluyen entre gobernadores, alcaldes, y fiestas vallenatas, mientras hay sed en la alta Guajira y el carbón viaja imperturbable hacia Puerto Bolívar.

Morada multicultural, Woumain fue puente entre piratas holandeses, galeones españoles y comunidades nativas durante la colonia; fue y sigue siendo eslabón entre alijunas comerciantes, libaneses inmigrantes y guajiros contrabandistas, así como tierra de sincretismos y aculturaciones desde los internados instaurados por sacerdotes capuchinos a petición del gobierno colombiano hacia mediados del siglo XX, hasta la ola reciente de cristianos evangélicos, lectores en wayuunaiki de la Biblia.

Durante siglos, el territorio ancestral wayuu ha sido fuertemente afectado por los proyectos de nación y las políticas económicas y culturales que se proclaman desde los grandes centros del poder y, sin embargo, la producción literaria de Woumain es pionera en la historia de la literatura indígena de América.


2. Amenaza y fascinación en la narrativa wayuu


La literatura wayuu vertida al alfabeto latino tiene una larga tradición desde Los dolores de una raza (1957) de Antonio López, pasando por los Mitos, leyendas y cuentos guajiros (1972) de Ramón Paz Ipuana hasta los Relatos (1975) de Miguel Ángel Jusayú. La palabra, no obstante, más allá de la letra, ha sido por siglos el epicentro de la cultura. Gabriel Ferrer y Yolanda Rodríguez abren su libro Etnoliteratura Wayuu: estudios críticos y selección de textos (1998) señalando las tres figuras fundamentales de la oralidad en este territorio: el Pütchipü (palabrero o “abogado”), la Outsü (piache o “médico tradicional”) y el Jayechimajachi (cantor o “músico-poeta”). A partir de esta aclaración entre la oralidad y los escritores indígenas contemporáneos, Ferrer y Rodríguez clasifican el corpus de la literatura wayuu contemporánea según su acercamiento o distanciamiento de las tradiciones (XV).

Sin incluir la poesía contemporánea (dentro de los cuales sobresalen José Ángel Fernández y Miguel Ángel López), la presente ponencia se centra en dos escritoras, cuya obra refleja, al mismo tiempo, fascinación y rechazo entre el wayuu y el alijuna: Vicenta María Siosi Pino con El dulce corazón de los piel cobriza (2002), y Estercilia Simanca Pushaina con Manifiesta no saber firmar (2005) y El encierro de una pequeña doncella (2007). Ante la complejidad de Woumain, estas dos escritoras construyen un escenario ambivalente, en el que sus personajes se debaten entre sentimientos contradictorios.

Miguel Ángel Jusayu, precursor de estas narrativas, nace en Wuinpumuin en la alta Guajira en 1933 y muere en el 2009. Fue el primer wayuu en plantear una gramática del wayuunaiki y, además, en emplearla para la publicación bilingüe de sus Relatos (1975). Su labor académica y literaria abrió nuevos caminos para las futuras generaciones de guajiros escritores, revaluando las tradiciones orales de su pueblo y permitiendo el juego de éstas con la ficción y los géneros literarios alijuna.

En uno de esos cuentos, “Ni era vaca ni era caballo”, Jusayu narra la historia de un niño wayuu que vive en su ranchería con su familia y, como es usual en la cultura, diariamente debe pastorear el ganado de ovejas y de cabras. En una de esas andadas, el niño pierde el rastro de una cabra y, preocupado por el regaño que le va a dar su padre, busca el animal desesperado. En esta travesía, se encuentra entonces con un ser que no es vaca ni es caballo; sólo puede ser yoluja, ese espíritu del desierto al que nadie se quiere encontrar en el camino:

…no era vaca ni era caballo, ciertamente no era burro, ni era ventarrón, ni cabra, era una cosa completamente desconocida por mí. Al encontrarme tumbado en el suelo, vi pasar tal cosa, jamás había visto una cosa que se pareciera: no tenía patas, tenía una cabeza grande de color verde, era de cuerpo grueso y pequeño, se le veían unas partes negras por debajo y por delante, se le observaban unos abultamientos por su frente, a lo mejor eran los ojos, en la parte lateral de la cabeza, se observaban unos huecos, a lo mejor sean sus oídos, pero en la parte posterior del cuerpo era muy ancho, no tenía carne, se le veían las costillas… (81)


Despavorido, emprende entonces el camino de regreso a la ranchería. Sin embargo, cuando llega allí y cuenta su historia, todos los adultos empiezan a reírse y, ante el espanto y cansancio del niño, le dicen burlones que eso tampoco era yoluja, sino el camión de los alijuna. Del miedo, de la amenaza, el niño pasa al asombro y a la fascinación, y entonces le pregunta al primo que cómo funciona eso. El primo le explica que el secreto es la gasolina y la chispa en el motor. Emocionado, el niño consigue gasolina y lava en ella al burro de la abuela y…, claro, enseguida lo prende, maravillado. Desde luego, la siguiente escena es la del niño huyendo de su familia. El cuento termina con unos párrafos paradójicos con los que Jusayu deja sentada la complejidad de esta literatura fronteriza:

Después de todo eso, vivía entre los alijunas, vivía lleno de miserias, porque no sabía su lenguaje como para poder hablar con ellos (…) Yo por mi parte, actualmente, no tengo ganas de ir a mi casa, la vergüenza que tengo es demasiado grande, el haber quemado el burro de la abuela me causa mucha tristeza.
Eso me había pasado antes allí de donde vine, hoy día me encuentro aquí, me he acostumbrado a vivir entre los alijunas y ahora ni quiera me bajo del camión al que antes le tenía miedo (91).


Dice Estercilia Simanca Pushaina en el documental Letras de mujer wayuu (2009) de Doménico Restrepo: “nací en el Paraíso, resguardo Cuasimapa, me registraron en Fonseca, me bautizaron en Santa Marta y me criaron en Maicao”. En este recorrido multicultural, Maicao (pueblo fronterizo entre Colombia y Venezuela) es decisivo: allí, debido a otra migración paralela (la de los libaneses), Estercilia conoció Beirut cuando a las 12 del día sonaban las campanas de la mezquita; en los descansos de la escuela, caminando por la Plaza Simón Bolívar conoció los florines de Aruba, los balboa de Panamá y aprendió primero el himno nacional de Venezuela.

En el año 2004, “Manifiesta no saber firmar” gana el Concurso Nacional Metropolitano de Cuento de la Universidad de Barranquilla, y en el año 2006, su cuento “El encierro de una pequeña doncella” es incluido en la lista de honor IBBY (The International Board of Books for Young People). La mixtura de su sangre pervive en sus letras: “Papá es alijuna, mamá es wayuu, en atención al matrilineaje soy wayuu (…) pero considero también y con mucha dignidad mi sangre alijuna”. En “Manifiesta no saber firmar”, Simanca opta –como Jusayu- por un narrador adulto en primera persona rememorando su niñez. Coleima Pushaina cuenta cómo los señores candidatos, en épocas de elecciones, manipulan a su familia wayuu ofreciéndole castillos en el aire:

La casa del señor Candidato también tiene nombre, se llama Gobernación. Pero creo que no es de él, porque cuando pasaron tres veranos ya no vivía ahí. Después vivía otro que se llamaba igual, pero cambian de nombre cuando llegan a vivir a esa casa porque la mayoría termina llamándose “Señor Gobernador”. Hay otra casa que se llama Alcaldía y el que vive ahí se llama Alcalde, pero al principio también se llamó igual que el otro... Candidato. ¿No saben ellos que tantos nombres pueden causar confusión? Pero prefiero a Candidato porque es bueno. Él regala comida y cuando nos lleva al hospital nos atienden; caso contrario cuando se cambian el nombre por el de Gobernador, Alcalde o Senador, ya no nos conocen. Siento que no sólo cambian el nombre, sino también el alma. (Web)


Con este tono, Coleima explica cómo los empleados de la registraduría nacional le asignan nombres y fechas de nacimiento arbitrarios a los wayuu a fin de que puedan votar por los candidatos de turno. Su mirada es inocente e irónica a la vez ante la amenaza de los alijuna, al tiempo que se deja seducir por el candidato y el poder que ostenta. La narradora es crítica ante la manipulación de los gobernantes, pero el diálogo final con el candidato ausente es nuevamente paradójico:

A ti te puedo decir que hace días intenté arrancar tu imagen que está detrás de la puerta, la que cuando nadie me ve, yo la miro y la miro y siento que tu imagen, que tú, lo haces también, le sonrío y hasta me da pena encontrar tus ojos con los míos, pero no, para qué hacerlo, lo haría así como mamá ha arrancado tu imagen y la imagen de otros candidatos, si arrancando tu imagen de la puerta, también lo estaría haciendo de mi corazón. (Web)


De bisabuelo italiano y línea materna wayuu, Vicenta María Siosi Pino se cría junto al río Calancala, en la población de Pancho. Dice Siosi que en la periferia de Riohacha, como no tenían televisión, pasaban los días escuchando las historias de Margarita Uliana, su madre. Pronto Siosi se interesa por el periodismo y entonces viaja a Bogotá donde estudia comunicación social en la Universidad de la Sabana. En 1998, Siosi es Mención de Honor en el Premio ENKA de Literatura Infantil con El dulce corazón de los piel cobriza. En el año 2000, su cuento “La Señora Iguana” gana el primer puesto en el Concurso Comfamiliar del Atlántico en Colombia. Siosi se autorreconoce así: “Soy y seré wayuu porque mi abuela lo era y mi mamá también. Cuando muera me enterrarán en Pancho. Soy wayuu: tengo un cementerio, una ranchería y un pasado histórico”.

Ana Mercedes Patino sintetiza así la obra de Siosi: “Estos relatos muestran distintas actitudes de indígenas wayuu o de sus descendientes directos hacia su propia cultura y hacia la interacción de ésta con culturas alijunas, no wayuus. Las historias se cuentan desde la mirada crítica de mujeres, niñas, niños y animales” (2007,152).

En el cuento que da nombre al libro, la amenaza y la fascinación es mutua. Washir es un niño que ha crecido en la ranchería y que llega a su primer día de escuela con guayuco floreado, faja, borlas y wairrina. Ante la burla de sus compañeros alijunas, Washir sabe que el mundo indígena despierta una enorme curiosidad en los niños extranjeros:

Al concluir la jornada, un pelotón de muchachos lo acoso gritando:
- Indio, indio, indio.
Hasta la salida de la ciudad donde Washir tomó el sendero a su ranchería.
Al tercer día lo esperaron una calle antes de la escuela y lo escoltaron en tropel al salón de clases. Aunque lo señalaban no se le acercaban. Fue Juan de Dios durante el recreo quien por detrás le jaló el rabo del guayuco. Washir volteándose y blandiendo su varita lo encaró amenazante:
- Quieto, ojo de vaca.
Le dijo por sus grandes ojos saltones, entonces el resto de niños estalló en carcajadas y fueron a rodear a Juan de Dios gritándole:
- Ojo de vaca, ojo de vaca, ojo de vaca. (18)


A partir de ese momento, los niños alijuna comienzan a acercarse a la cultura de Washir, al punto que un día deciden irse con él, por unos días a la ranchería, sin medir las consecuencias. Mientras los niños aprenden wayuunaiki de las sabias palabras del cacique Irrua, palabrero y padre de Washir, los padres de los niños y las autoridades en la ciudad imaginan un secuestro, planean un rescate con armas y batallones, y malinterpretan la hospitalidad del guajiro. En el cuento, los niños alijuna están fascinados con las historias sobre el cerro de Macuira, territorio sagrado donde crecen mangos, guayabas y plátanos; al tiempo que el cacique Irrua está orgulloso de que su hijo Washir sepa escribir como los alijuna.

Pero pronto la fascinación abre paso a la amenaza, y el palabrero Irrua es consciente de que el alijuna que desconoce los códigos wayuu puede ser peligroso: “Los alijuna aunque son muchos ignoran cosas simples como la hospitalidad y aun cuestiones profundas como el honor y la verdad”(34).

3. La frontera

En el libro misceláneo de Gloria Anzaldúa, Borderlands: la Frontera. The New Mestiza, leemos en la dedicatoria: “…para usted, a quien nunca tendré la oportunidad de conocer, pero que habita tierras fronterizas similares a la mía” (“…to you whom I never chanced to meet but who inhabit borderlands similar to mine”).

De entrada, la invitación de Anzaldúa trasciende la frontera geográfica de su estudio y propone una topografía de desplazamientos cuya naturaleza se rehúsa al estatismo:

En realidad, la frontera física que estoy manejando en este libro es la frontera entre México y el Suroeste de los Estados Unidos. Sin embargo, fronteras sicológicas, fronteras sexuales y fronteras espirituales no son particulares del Suroeste. De hecho, las tierras fronterizas (borderlands) están físicamente presentes cada vez que dos o más culturas se rozan, cada vez que gente de distintas razas ocupa el mismo territorio, cada vez que clases altas, bajas y medias se tocan, cada vez que el espacio entre dos individuos se repliega en la intimidad” (“The actual physical borderland that I’m dealing with in this book is the Texas-U.S Southweast/Mexican border. Psychological bordelands, the sexual borderlands and the spiritual borderlands are not particular to the Southwest. In fact, the Borderlands are physically present wherever two or more cultures edge each other, where people of different races occupy the same territory, where under, lower, middle and upper classes touch, where the space between two individuals shrinks with intimacy”).


Aunque la violencia y la amenaza son otras en Woumain, su naturaleza anfibia y fronteriza es semejante. Entre dos hábitat (que, sin embargo, no se desdibujan) estas narrativas wayuu mezclan el wayuunaiki y el castellano (como Anzaldúa el inglés, el castellano y el nahuatl), y los códigos de la ley wayuu con la ética del alijuna, denunciando los malentendidos culturales desde la población dominante a propósito del documento (Manifiesta no saber firmar) y la educación (El dulce corazón de los piel cobriza).

Aún más: estas escritoras construyen un nuevo nivel de la frontera al interior de su propia comunidad, al proponer una mirada diferente a la de los hombres, en la que exaltan la relación de la mujer con la palabra, la medicina tradicional y el tejido, como en “El encierro de una pequeña doncella” (2007) de Estercilia Simanca, donde Walekee, la araña mítica que enseña el tejido en los sueños de la majayut, reafirma la identidad femenina.

Exaltación momentánea…, porque estas narrativas son críticas con ambos géneros, y reflexionan sobre las mujeres wayuu que quiebran la tradición, como en “Esa vana costumbre de alejarme de ti” de Siosi, en la que una madre wayuu aculturada obliga a su hija a ser empleada del servicio en la ciudad con tal de que se olvide de la tradición y viva como alijuna.

Al final, las narrativas de Estercilia Simanca y Vicenta Siosi son puertas que han sido diseñadas en y para la frontera y, dependiendo de quién las abra o las cierre (lector indígena o no), ofrecen caminos para entrar o salir desde la amenaza hacia la fascinación o viceversa.

Bibliografía


* Anzaldúa, Gloria. Borderlands: la Frontera. The New Mestiza. San Francisco: Aunt Luke Books.
* De la Hoz Simanca, Jaime. “Los wayuu tienen su propia escritora”. Letralia 212. Junio 15 de 2009. Web. http://www.letralia.com/212/entrevistas01.html
* Ferrer, Gabriel y Rodríguez, Yolanda. Etnoliteratura Wayuu: estudios críticos y selección de textos. Bogotá: Fondo de Publicaciones de la Universidad del Atlántico. 1998.* Jusayú, Miguel Ángel. Relatos Guajiros. Caracas: Universidad Católica Andrés Bello. 1975.
* López, Antonio J. Los dolores de una raza. Caracas. 1957.
* López, Miguel Ángel. “Contrabandeando sueños con aríjunas cercanos” en Woumain. Poesía Indígena y Gitana Contemporánea de Colombia. Bogotá: MJ Editores. 2000.
.................................... Encuentros en los senderos de Abya- Yala. Quito: Ediciones Abya-Yala. 2004.
* Patiño, Ana Mercedes. “Los cuentistas de hoy en La Guajira, San Andrés y Providencia y el Chocó”. Estudios de Literatura Colombiana. N°21. Julio-Diciembre. 2007. p. 149-164.
* Paz Ipuana, Ramón. Mitos, leyendas y cuentos guajiros. Caracas. 1972.
* Restrepo, Domenico. Letras de mujer wayuu. Telecaribe. 2009.
* Simanca Pushaina, Estercilia. “Manifiesta no saber firmar” y “El encierro de una pequeña doncella”. Web. http://manifiestanosaberfirmar.blogspot.com
* Siosi Pino, Vicenta María. El dulce corazón de los piel cobriza. Riohacha: Fondo Mixto para la promoción de la Cultura y las Artes de la Guajira. 2002.
* ……… La Señora Iguana. Web. http://reocities.com/Athens/Agora/8197/Articulos/La_senora_iguana.html

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